vacas
11 de junio de 2014
El pasado domingo 1 de junio, más de 600 vacas tudancas recorrieron las principales calles de Santander. Por unas pocas horas, la ciudad se olvidó del tráfico, del ruido y del estrés, y se lanzó a la celebración de la identidad rural. Miles de personas se congregaron sobre las aceras para asistir al paso de las vacas, que habían sido engalanadas con cintas de colores y escarapelas e iban precedidas de perros y pastores. Inesperadamente, la fiesta acabó con ocho personas hospitalizadas con golpes, magulladuras y algún hueso roto cuando una de las vacas, nerviosa, abandonó el desfile y embistió contra los espectadores. Afortunadamente, no fue grave.
En mi opinión, aunque el desfile tuvo un cierto interés etnográfico y cultural -no todos los días una pasá o desfile de ganado engalanado atraviesa el casco urbano de una ciudad-, la fiesta se publicitó exageradamente en las notas de prensa y los medios comunicación como una recuperación de la tradicional pasá de Santander. Si tan sólo conocemos las celebradas entre 1984 y 1989 y, sin registros históricos de otras anteriores, el adjetivo tradicional parece excesivo. Aún así, la celebración tuvo un importante simbolismo para la población local, especialmente para la de mayor edad: más de la mitad de los habitantes de Santander proceden de los pueblos y zonas rurales del interior de Cantabria y en muchos casos conservan lazos afectivos con el lugar donde nacieron y crecieron. Además de turistas y curiosos, entre los espectadores de la pasá había abuelos con sus nietos, a los que mostraban orgullosos las vacas entre las que se habían criado. Los habitantes de los valles, engalanados con trajes regionales, albarcas, cuévanos y otros utensilios agrícolas, precedían al ganado saludando a los familiares y amigos que les observaban desde el público. En cierto modo, la procesión de ganado y pastores por el centro de Santander volvió a tejer los lazos sentimentales que unen a muchos de los santanderinos con los pueblos y valles donde ellos, sus padres o sus abuelos nacieron.
La vaca tudanca, que José María Cossío, el célebre intelectual y polígrafo español, describía como ágil, fuerte, sobria y resistente, es una raza bovina tradicional del occidente de Cantabria. Adaptada perfectamente al medio rural ganadero de los valles no es, sin embargo, la vaca que más carne o leche produce y, debido a ello, se ha ido sustituyendo a lo largo del siglo XX por razas de importación más productivas, como la frisona (lechera) o la limosina (de carne). Hoy quedan sólo unas 12.000 cabezas, un 15% aproximadamente de las que había en 1900: desgraciadamente, de acuerdo al Catálogo Oficial de Razas de Ganado de España, la vaca tudanca se considera en peligro de extinción. Esta situación no es, claro, exclusiva de la vaca tudanca. En España, ocho de cada diez razas autóctonas de ganado está en peligro de extinción.
Sin embargo, el valor y el interés de la tudanca no sólo reside exclusivamente en lo genético y biológico sino que además es un rasgo de identidad de la cultura local de los valles del interior de Cantabria. Su fuerza, que le permite arrastrar enormes carros de hierba por los complicados caminos de piedra y tierra de los valles, le ayuda a subsistir sin apenas cuidados en un régimen de semilibertad durante el verano en los pastos montanos, seles y brañas que rodean los pueblos. Al finalizar el verano, las vacas son conducidas de vuelta a los invernales en una procesión o pasá, en la que cada ganadero engalana sus mejores ejemplares para que desfilen, rodeadas por el público, por la calle principal del pueblo. La fiesta concluye con la celebración de una feria ganadera en el prado comunal del pueblo, donde se refuerzan los lazos sociales, se establecen nuevos intercambios comerciales y, en definitiva, se fortalece la sociedad local.
Este sistema ganadero semiextensivo y trashumante, en el que en invierno el ganado se recoge y en verano se deja pastar libremente en el monte, es el que ha definido el modo particular de uso del territorio de los valles cántabros, transformado para impulsar la actividad económica ganadera y que, además, ha condicionado la estructura parcelaria, la arquitectura y la red de asentamientos y núcleos de población. Sin la vaca tudanca -o sin la vaca pasiega en el valle del Pas o la monchina en los valles orientales- el paisaje, la cultura y la identidad del interior de Cantabria sería muy diferente.
Quizás, la pasá del pasado 1 de junio fue más interesante como acontecimiento cultural y etnográfico que como acontecimiento festivo o turístico ya que el recorrido de la procesión, incomprensiblemente, no llegó hasta la península de La Magdalena, donde se celebraba al mismo tiempo el XXXVII Día Infantil de Cantabria. Se podría discutir si era necesario desplazar las vacas tudancas de sus valles a la ciudad, donde son tan extrañas al paisaje marinero de la ciudad, o las medidas de seguridad tomadas, pero lo cierto es que la celebración fue un acto que permitió dar a conocer una especie en peligro de extinción tan valiosa desde el punto de vista ecológico y biológico, y reconstruir las sensaciones y recuerdos de niñez de muchos vecinos. La memoria cultural y social de los pueblos y de sus gentes es también memoria paisajística y, como tal, es una herramienta que nos permite proteger, gestionar y crear nuestros paisajes.
Para leer más:
CORBERA MILLÁN, M. (2006): «La resistencia de un sistema milenario de trashumancia ganadera de corto recorrido en el valle de Cabuérniga«. Scripta Nova, vol. X, nº 218.
MARTÍNEZ DE PISÓN, E. (2000): “Valores e identidades” en El paisaje: valores e identidades (Martínez de Pisón, E. y Ortega Cantero, N., eds.). Madrid. Universidad Autónoma de Madrid, Fundación Duques de Soria, 11-45.
MARTÍNEZ DE PISÓN, E. (2010): “Saber ver el paisaje”. Estudios Geográficos, Vol. LXXI, no 269, 395- 414
NOGUÉ, J. (ed.) (2007): La construcción social del paisaje. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva.
CORBERA MILLÁN, M. (2006): «La resistencia de un sistema milenario de trashumancia ganadera de corto recorrido en el valle de Cabuérniga«. Scripta Nova, vol. X, nº 218.
MARTÍNEZ DE PISÓN, E. (2000): “Valores e identidades” en El paisaje: valores e identidades (Martínez de Pisón, E. y Ortega Cantero, N., eds.). Madrid. Universidad Autónoma de Madrid, Fundación Duques de Soria, 11-45.
MARTÍNEZ DE PISÓN, E. (2010): “Saber ver el paisaje”. Estudios Geográficos, Vol. LXXI, no 269, 395- 414
NOGUÉ, J. (ed.) (2007): La construcción social del paisaje. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva.